Soy Rosa, una persona alegre, risueña, creativa, curiosa, sencilla y entusiasta,
a la que le apasionan muchas cosas, como la cocina, la música clásica, la naturaleza, la fotografía, la vela
y el compartir una buena conversación o una comida con amigos, conectar a personas que no se conocen o integrar a gente nueva en un grupo.
Soy abogada y economista, de primera formación, y también Counselor, con una marcada vocación humanista.
Como abogada y economista, fundé LEGAL SHARING (Independent Legal Advice on Digital & Sharing Economy Platforms), como boutique legal independiente, pionera en regulación de la economía colaborativa, desde la que asesoramos a plataformas colaborativas y digitales, así como a empresas, emprendedores, actores públicos y fondos de inversión, nacionales e internacionales, con el fin de ayudarles a analizar, comprender, adaptarse y dar forma al marco legal de la economía colaborativa y digital.
Como persona con vocación humanista, me ha interesado siempre centrarme en la persona -como propuso el psicólogo fundador de la corriente humanista, Carl Rogers- y desde ahí, encontrar la solución a los retos que se plantean en el día a día. De lo contrario, como decía Mafalda, “al final va a resultar que hay más gente y menos personas”. Por todo ello, y sin abandonar el ejercicio freelance de la abogacía, dediqué mi Máster de posgrado universitario a formarme en escucha empática (Counselling), y varios años también, en terapia Gestalt, análisis transaccional, PNL, etc. En el ámbito de la espiritualidad, me formé en el programa de meditación “MBSR” (Mindfulness Based Stress Reduction Program) de Jon Kabat-Zinn, y he ido ejercitando diversas técnicas de meditación budista, Zen y Vipassana. De todo ello, han ido surgiendo los diversos proyectos humanistas que se engloban en HUMAN SHARING.
Rosa Guirado
Legal Sharing. Human Sharing.
Haciendo legal el compartir. Compartiendo lo Humano.
Mi infancia transcurrió en diferentes ciudades: Albacete, Girona, Santa Coloma de Farners, Zaragoza y finalmente Madrid, donde aterrizamos la familia a comienzos de 1997. Este ir y venir, algo molesto, me enseñó a empatizar con las personas extranjeras o nuevas en grupos sociales, y a integrarlos con naturalidad (como después hice, con los estudiantes ERASMUS, en ICADE).
Desde muy pequeña, con 5 ó 6 años, aprendí a tocar el piano, y muy poco después me inicié en la repostería (insistiendo en preparar los bizcochos familiares de los domingos).
Por entonces, aprendí que, para que el bizcocho subiera, sólo existía una condición: tenía que recibir más calor de abajo que de arriba. La realidad es que siempre se nos quemaba el fondo del bizcocho, pero como era para los de casa, le cortábamos el fondo, le dábamos la vuelta y allí no se enteraba nadie. Tiempo después, con 15 años, tuve la primera oportunidad para mi mente creativa: se me quemó el fondo de toda una hornada de magdalenas. La ecuación única ya no valía, había que añadir una nueva, manteniendo la del calor desde el fondo. Mi solución, que he mantenido desde entonces consistió en situar una bandeja negra de horno, llena de agua hirviendo, en una balda inferior a la del bizcocho, sin tocarla, de forma que el calor sigue viniendo mayormente de abajo (el arte está en alternarlo) pero sin quemarse, y contribuyendo el vapor de agua a que resultara más esponjoso.
Después vinieron los estudios, las dos carreras de derecho y ciencias empresariales y económicas, los novios, los viajes por medio mundo, mis fiestas en el chalet, Torrelodones, Mar de Cristal….
Mi pasión por la fotografía llegó tiempo después… y mis sobrinos tienen una de las infancias más fotografiadas posibles. Con el tiempo, estudié varios cursos, especialmente interesante, el de fotografía nocturna. Gracias a él disfruté fotografiando las auroras boreales en Groenlandia, país al que viajé sola en 2009 y que constituye mi mejor viaje con diferencia hasta el momento. De hecho, en cuanto llegué a una zona determinada, lloré “de belleza”, de conexión singular con el reconocimiento a la grandeza, majestuosidad y al silencio infinito que allí reinaba.
Ha habido tres grandes momentos en mi vida en los que me he sentido “como en casa”: el bosque de “mi” pueblo catalán (Santa Coloma de Farners), en Groenlandia (sintiendo que yo soy de alli) y meditando, en un Retiro Vipassana (de 10 días en silencio) en el interior de la provincia de Girona,en una ocasión en que se caía el cielo entero en una tormenta, mientras yo meditaba en silencio resguardada. En todos ellos, he sentido en mi propia piel que “podría caerse el mundo, que yo estaba en “mi” sitio: en casa”
Así que, resumiendo, me siento de Santa Coloma de Farners y de Groenlandia.
Y me apasionan la cocina, la naturaleza, la música clásica y la fotografía.
Hace unos años, tuve un momento delicado de salud, y toda mi certidumbre se vino abajo. Fue un momento especialmente complicado a nivel personal, en el que aprendí mucha paciencia y humildad, así como a saber “ver” y disfrutar de la esencia de las pequeñas cosas. En aquella época, yo estaba a punto de publicar un divertido libro en cómic de cómo aprender a meditar y de empezar a dar clases de meditación. La realidad sin embargo fue bien distinta. Sentí que mi camino tenía que ser hacia adentro, no hacia afuera. Así que aprovechando un cambio de casa, dediqué una habitación entera, la más especial, a sala de meditación, y dediqué muchas horas a meditar. Hasta que tuve el coraje de la congruencia de aplicar mi propia teoría y resolver mi situación desde el Mindfulness.
Lo interesante surgió entonces. Yo había cambiado muchísimo mi forma de enfocar la vida y los problemas. Irradiaba una energía especial. Así me contrató BlaBlaCar, como asesora externa, para representarles ante la CNMC, germen de lo que sería luego mi especialización en Economía Colaborativa y, posteriormente, la fundación de Legal Sharing.
Pero no fue todo. De esa época difícil, también salió una iniciativa preciosa. Mi mente emprendedora quiso “amortizar” la buena energía con que terminaba las largas jornadas de meditación. Entonces vino a mi cabeza el dicho budista: “si comes con una energía comes, además del alimento, esa energía”. Así que, como por entonces, yo no tenía ni pareja ni hijos a los que dedicar esa energía, decidí ponerme a cocinar en meditación. Mindful cooking, que dicen los ingleses. Es cierto que como soy creativa, me aburro si hago recetas muy sencillas, así que aplicaba toda mi creatividad, además del Love, y hacía mermeladas de sabores muy originales, como mermelada de pétalos de rosas, pera con vainilla, plátano y coco, o la última, que ha sido de fresas con chocolate negro, agua de azahar y un toque de guindilla. Mis amigos dicen que están buenísimas. Yo les respondo que es que son Love, en versión mermelada, bizcocho, galleta o lo que sea. Que son mi forma de regalar mi tiempo (lo más preciado para mí). Mi forma de regalarme.
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